Dormir en otra posición, hacer crujir tu espalda, dejar de ver las estrellas.
Escuchar la música desde otra esquina desordena mi cabeza, ya me duele la espalda de tanto darme vueltas en mis manos sudorosas sosteniendo el reloj que no se calla ni aunque lo ahogue contra la almohada. Lo tomo, corto la ventana con mis dientes, y lo pierdo de vista, pero es tan porfiado que el tremendo ruido que hizo ahora no lo sé sacar de mis sesos revueltos entre el arroz de la cocina y el aire del balcón.
El aire frío daña el interior de mi nariz, los círculos de colores quieren envolverme pero logro quitarlos de encima y lanzarlos arriba del montón de ropa en donde se esconden el olor a miedo y los restos de mi pasión por las estrellas.
F.
lunes, 15 de octubre de 2007
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